Entre música solemne y el paso firme de policías y militares de gala, el Capitolio despidió al senador y precandidato presidencial asesinado. La misa exequial en la Catedral Primada precederá su sepelio en el Cementerio Central, en medio de un profundo duelo nacional.
El Salón Elíptico del Capitolio Nacional se convirtió, la mañana de este martes, en un escenario de duelo profundo. La penumbra habitual del recinto cedió ante el brillo metálico de las charreteras, el pulcro blanco de los pañuelos que ondeaban en manos de congresistas y el resplandor de los uniformes de gala.
Una música de fondo, pausada y solemne, llenaba el aire mientras decenas de legisladores formaban un pasillo humano para permitir el avance del féretro cubierto con la bandera tricolor. (Lea en CONtexto ganadero: Honras fúnebres al Honorable Senador Miguel Uribe Turbay)
En primera fila, policías y militares aguardaban en impecable formación. Al recibir la señal, dieron inicio a la procesión. El oficial al frente marcó un paso lento, firme, mientras detrás de él se alineaban efectivos con sables ceñidos al cuerpo y mirada fija en el horizonte. El eco de las botas sobre el mármol, mezclado con la música ambiental, imponía un ritmo grave y ceremonioso.
A un costado, la familia del joven senador asesinado contenía el llanto. Su esposa María Claudia Tarazona, vestida de negro, avanzaba con el rostro cubierto parcialmente por un pañuelo, sosteniendo con fuerza la mano de su hijo pequeño, que no apartaba la vista del ataúd y con los ojos enrojecidos, se inclinó levemente sobre el féretro en un gesto de despedida silenciosa. El dolor en sus rostros contrastaba con la rigidez militar de quienes custodiaban el cuerpo.
El cortejo avanzó por el salón mientras los pañuelos blancos se mecían lentamente. Algunos congresistas agachaban la cabeza; otros seguían el ataúd con la vista fija, como si quisieran memorizar cada instante.
Afuera, en la Plaza de Bolívar, ciudadanos esperaban en silencio. Algunos se santiguaban al paso del féretro, otros alzaban sus teléfonos para registrar el momento. (Lea en CONtexto ganadero: Ganaderos de Colombia, unidos en el dolor por el asesinato de Miguel Uribe)
La procesión cruzó la plaza hasta llegar a la escalinata de la Catedral Primada. Las campanas comenzaron a repicar, marcando el último tramo del recorrido. Entre el aroma de incienso y el tañido grave, el féretro ingresó al templo.
Para Miguel Uribe, aquel no era solo el último adiós: también era la última vez que atravesaba un espacio que fue su lugar de trabajo en los últimos años, ahora acompañado por el dolor de su familia y el silencio de una nación consternada.
Tras la misa exequial, el cuerpo será trasladado al Cementerio Central, donde recibirá sepultura en una ceremonia privada, cerrando así un capítulo marcado por el duelo y la memoria.