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Fedegán cumple 59 años

Por - 13 de Diciembre 2022

La Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegán) arriba a los 59 años con una historia cargada de logros y no pocos desafueros recibidos por sus convicciones que, desde sus inicios, constituyeron su columna vertebral de pensamiento. Hoy, con su participación en las negociaciones de paz con el Eln, ha colocado un nuevo mojón en la construcción de un mejor país.


La Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegán) arriba a los 59 años con una historia cargada de logros y no pocos desafueros recibidos por sus convicciones que, desde sus inicios, constituyeron su columna vertebral de pensamiento. Hoy, con su participación en las negociaciones de paz con el Eln, ha colocado un nuevo mojón en la construcción de un mejor país.

Las palabras de José Félix Lafaurie Rivera en la celebración de los 50 años de Fedegán mantienen hoy una validez impresionante, fruto de la coherencia en los planteamientos que se han realizado a lo largo de la historia de Fedegán.

Hoy, como hace cerca de sesenta años o para no ir tan lejos, de hace 9 años cuando Fedegán cumplió 50 años, revivió el discurso demagógico de la tierra como fuente de todos los males y, en consecuencia, el uso de la reforma agraria es enarbolado para alcanzar una esquiva y mal entendida redistribución de la riqueza. Es como regresar al punto de partida, pero que muchos quieren extenderla hasta la conquista.

Para la época en que se creó Fedegán, los gobiernos liberales de la época se empeñaron en imponerle al sector rural una reforma agraria expropiatoria.

“Se trataba de un proyecto político que no respondía a la realidad de la propiedad rústica en Colombia, marcada desde entonces por el minifundio de subsistencia, sino a los condicionamientos externos de la Alianza para el Progreso, que, paradójicamente, se sumaron a las consignas comunistas contra la propiedad privada de la tierra, que ya se agitaban con fuerza en el continente”, señalaba Lafaurie en su discurso de los 50 años de la Institución.

En efecto, comenzando la década de los sesenta, casi a la par con Fedegán, nacieron las Farc, y luego el Eln, el Epl y todos los grupos subversivos de orientación marxista que, desde entonces, declararon la guerra al Estado colombiano y dictaron sus propias leyes, al tiempo que agitaban las consignas de la expropiación de la tierra, la lucha de clases, la combinación de todas las formas de lucha y la toma del poder por las armas. Luego vendrían el narcotráfico y el paramilitarismo para sumarse a todas las formas de violencia rural y de victimización al gremio ganadero.

La necesidad de un frente común y una clara vocería para enfrentar esa amenaza es, sin duda, una de las causas inmediatas del surgimiento de Fedegán en la escena gremial colombiana.

Pero también el paso del tiempo dio su veredicto. El proyecto liberal de expropiar a unos y redistribuir la tierra en pequeñas parcelas entre miles de campesinos, no dio solución a la pobreza rural.

En ese momento el debate se centraba en la gran producción empresarial y la economía campesina, las cuales pueden convivir, como hoy se ha enfatizado, acompañada por condiciones de desarrollo rural que el Estado debe proveer -eso es simplemente integralidad-.

También se indicó en 2013, que el ganadero no es un terrateniente desalmado, que no está en contra del derecho de un campesino a la propiedad de la tierra.

La fórmula es la misma: el Gobierno debe concentrarse, primero, en restituir a sus legítimos dueños las tierras despojadas; segundo, en recuperar la transparencia y la eficacia en los procesos de extinción de dominio para redistribuir esas tierras mal habidas; y tercero, en distribuir también las tierras baldías de aceptable productividad que aún posee.

Con el gobierno actual el lenguaje cambió -de expropiación se pasó a democratización- y se le añadió un ingrediente novedoso: la compra de tierras fértiles a ganaderos, para cumplir el acuerdo firmado con las Farc.

Pero tal como se indicó, todo este proceso de redistribución debe estar acompañado de las condiciones para que un pedazo de tierra sea realmente un factor de bienestar y ascenso social, y no de pobreza, pues desde Fedegán se aspira a que se cree una clase media rural.

El gobierno actual sabe que acentuar el minifundio improductivo como parte de los compromisos con las Farc, a costa de la expropiación de quienes están produciendo, es un engaño para esos nuevos pobres con tierra, y una amenaza para la producción nacional de alimentos.

La seguridad como bien fundante y condición para el desarrollo y la paz, ha hecho parte del discurso gremial de Fedegán. Discurso que se fue volviendo más enérgico –y también más riesgoso– cuando la inseguridad terminó sitiando al país, la extorsión se generalizó, los secuestros se contaban por miles y la ganadería se veía enfrentada a la parálisis. Es un escenario que el sector ganadero teme que se repita, pues los secuestros, la extorsión el robo de ganado se está convirtiendo en pan de cada día, y por ello demanda el ejercicio de Estado

Un nuevo mojón

Hoy Fedegán esta comprometido con el proceso de paz. La gran preocupación es ¿cómo entusiasmar al país?, ¿cómo sumar esperanzados y restar escépticos a la ecuación de la paz?

Esa tarea, que hasta ahora empieza, plantea, en términos de Lafaurie Rivera, el dogma país que entusiasme, para lo cual se requieren 4 aspectos. Primero, debe ser creíble. “No podemos volver a engañar las esperanzas del país, pues la paz va más allá del silencio de las armas, que sí se puede firmar, pero la paz no se firma, se construye a partir de la unión de voluntades alrededor de objetivos comunes”.

El segundo aspecto es que debe motivar un acompañamiento social a los procesos de negociación y a las ofertas de la Mesa, como también una gran presión social a la contraparte, desde un país comprometido con el “dogma nacional” de la paz.

“Tercero, debe expresarse en unos elementos sustanciales que respondan a lo “sustantivo”; es decir a las causas objetivas de la ausencia de paz; y

Cuarto, esos elementos deben tener soluciones de futuro, pero también proyectos piloto, victorias tempranas, que rompan paradigmas y manden mensajes de ‘SÍ SE PUEDE’ a la sociedad escéptica.

Llegar a los 60 años va a demandar nuevamente del talante de los ganaderos y del país en su conjunto.