En Córdoba, Argentina, un granjero convirtió la tierra en un homenaje vivo a su esposa fallecida. Con más de 7.000 árboles, La Estancia La Guitarra es una obra única que une campo, memoria y amor, visible incluso desde el cielo.

En medio del paisaje rural de las Pampas, una figura monumental rompe la monotonía del verde: una guitarra trazada con árboles que guarda una historia de amor, paciencia y legado familiar.

La Estancia La Guitarra es la materialización del sueño de Graciela Yraizoz, apasionada por la música y la naturaleza. Tras su fallecimiento repentino, su esposo, Pedro Martín Ureta, decidió honrarla cumpliendo esa visión: transformar su finca en una guitarra natural, no como símbolo decorativo, sino como acto en su memoria.

Lejos de ser un proyecto inmediato, la obra exigió constancia y compromiso. Pedro asumió la tarea como una misión de vida, acompañado por sus hijos y asesorado por expertos en paisajismo rural.

La Estancia La Guitarra es la materialización del sueño de Graciela Yraizoz, apasionada por la música y la naturaleza.

Obra viva a gran escala

El bosque-guitarra ocupa aproximadamente 2.500 metros de largo y 400 de ancho. Sus contornos están definidos por cipreses californianos; las cuerdas, por eucaliptos medicinales; y el puente y la estrella central, por cipreses de piña. La disposición de las especies permitió resaltar la silueta desde el aire.

La figura solo puede apreciarse en su totalidad desde el cielo, lo que la ha convertido en una atracción singular.

El campo como memoria permanente

Así como el Taj Mahal inmortalizó el amor en piedra, La Estancia La Guitarra lo hace con árboles y tiempo. Tras la muerte de Pedro en 2019, sus hijos asumieron el cuidado del bosque, garantizando que este legado rural siga creciendo como un testimonio silencioso de amor eterno y respeto por la tierra.