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Sistemas silvopastoriles mejoran calidad de carne en el país

03 de Junio 2014

Para que la carne colombiana sea más tierna, jugosa y cumpla con los estándares internacionales de calidad, investigadores agropecuarios ensayan sistemas productivos que podrían cambiarle la cara al sector. Mientras mejoran las praderas involucrando un arbusto rico en proteína con pasto tradicional, ceban el ganado con una dieta aventajada en valor nutricional. Los resultados son promisorios.

Desde el 2006, el gremio de ganaderos de Colombia reconoció la necesidad de intensificar la producción bovina en el país y propuso aumentar el hato de 24 millones de cabezas de ganado que pastorean en 38 millones de hectáreas, a por lo menos 40 millones de cabezas para un suelo de solo 20 millones de hectáreas. 

Para lograr esta meta resulta clave identificar maneras de aumentar la productividad de las praderas para que soporten un mayor número de animales.

Según Rolando Barahona Rosales, docente de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la UN en Medellín, la solución ya está lista: si se implementan 10 millones de hectáreas de Sistemas Silvopastotriles intensivos (SSpi) de similar productividad a los de la Leucaena, arbusto ampliamente utilizado en sistemas agroforestales en el mundo, Colombia podría alimentar los 40 millones de cabezas que aspira tener. (Lea: Sistemas silvopastoriles: el futuro de la ganadería tropical)

El profesor Barahona es uno de los investigadores del proyecto Análisis comparativo de la producción de carne bovina en sistemas silvopastoriles y confinamiento, que se realiza en el Centro Agropecuario de Cotové, con una inversión de $1.200 millones de pesos, financiados en su mayoría por el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural. Es liderado por investigadores de la UN en Medellín, con el apoyo del Centro para la Investigación en Sistemas Sostenibles de Producción Agropecuaria (Cipav), la Universidad de Antioquia y la Cooperativa Lechera Colanta. 

En este estudio, los expertos comparan la efectividad de los dos sistemas intensivos de producción de carne (silvopastoriles y cebas en confinamiento), para demostrar sus ventajas e identificar características por perfeccionar. Hasta el momento los resultados son promisorios. 

En busca del mejor modelo

En los sistemas silvopastoriles, las gramíneas –o pastos tradicionales– se combinan con leguminosas como la Leucaena leucocephala, cuyo contenido de proteína en las hojas es cercano al 30%, superior al de un concentrado comercial que oscila entre 14% y 18%. El uso de leguminosas es de gran importancia, puesto que entre otros beneficios, estas plantas fijan nitrógeno, disminuyendo así el uso de fertilizantes de síntesis química.

La ceba en confinamiento es un sistema de producción que ha ganado “bastante” popularidad, ya que le permite al ganado permanecer en condiciones de comodidad y sombra, así como acceder fácilmente al alimento, constituido por especies forrajeras de alta productividad que además potencian la capacidad productiva del suelo. De hecho, se estima que su manejo adecuado permitiría sostener hasta 10 animales por hectárea. 

La meta de los investigadores es establecer cuál de estos modelos se adapta mejor a las condiciones colombianas y combina de manera favorable el uso de los recursos naturales con la mitigación del impacto ambiental y la obtención de un producto con características nutricionales óptimas para el consumidor. (Lea: La ganadería intensiva doble propósito, amiga de los ecosistemas)

La evaluación de los sistemas contempla una mayor producción de carne por unidad de área. En condiciones tradicionales, el promedio de ganancia de peso de un animal oscila entre 200 y 300 gramos por día, y se alimenta menos de una cabeza por hectárea. Mediante el establecimiento de SSpi se han observado ganancias de peso de por lo menos 750 gramos por día, logrando con ello alimentar al menos cuatro animales por hectárea/año. En otras palabras, mientras en un sistema tradicional se producen entre 60 y 80 kg de peso vivo por ha/año, con los SSpi se logran al menos 1.095 kg. 

Con este estudio no solo se potencian los recursos naturales, sino que, mediante el ofrecimiento de una dieta mejor balanceada, el fin es producir mejor carne en menor tiempo, aumentar el número de cabezas de ganado por hectárea y reducir las emisiones de metano y el uso de fertilizantes, lo que contribuye a la disminución de los efectos del calentamiento global. 

Según el investigador Barahona, “en Cotové se han establecido 10 hectáreas de SSPi, pero también se evalúa la efectividad de los sistemas en dos fincas de la región Caribe colombiana. Entretanto, con la Cooperativa Colanta se valora una ceba intensiva en el municipio de Santa Rosa de Osos”. 

Uso óptimo de recursos naturales 

“Mientras hoy se necesitan 42 meses para que un bovino alcance su peso de sacrificio (unos 420 kilos), con la aplicación de los SSPi este tiempo se reduciría a 21 meses. Una disminución del 50% en el periodo que favorece la calidad de la carne y mejora la productividad de los praderas”, dijo el profesor de la UN en Medellín. (Lea: Ideas sobre la ganadería ecológica alimentada con pastos)

Los sistemas silvopastoriles con Leucaena empiezan a ser productivos a los 4 meses y tienen una vida útil de hasta 20 años, si su manejo es adecuado.

Los estudios revelan que el clima cálido y seco (como el de la región Caribe, que posee el 40% del ganado que hay en el país y por eso es la mayor productora de carne) es el más apto para su establecimiento, aunque se está probando su comportamiento en regiones de clima frío y bosque húmedo tropical. 

Nuevas técnicas 

Los investigadores de la UN apoyan su investigación en el uso de herramientas modernas como la técnica de ultrasonido, un método no invasivo que permite observar las modificaciones de la masa muscular del animal y obtener una radiografía precisa sobre cómo los cambios en la alimentación afectan su desarrollo. Además, posibilita saber en qué etapa de la vida productiva de los animales se origina la deposición de grasa intramuscular o marmóreo, una característica que determina en gran medida propiedades organolépticas de la carne como sabor, jugosidad y terneza. 

A la vez, se utiliza un método denominado Alcanos, para determinar el consumo de forrajes, y se establecerá uno de cromatografía, que permitirá medir el contenido y composición de la grasa bovina, incluyendo la presencia de ácido linoleico conjugado, una molécula a la que se le atribuyen impactos muy positivos en la salud de los seres humanos, como control del colesterol. (Lea: La materia seca se convierte en carne y leche)

Este proyecto, que busca mejorar la producción de carne bovina en el país, se complementa con cultivos de alfalfa, una leguminosa forrajera de alta calidad nutricional que se puede cortar cada 30 días y que, con un buen manejo de sus lotes, permanece productiva entre 5 y 8 años. “Su uso, aún verde o seca y convertida en heno, sirve para alimentar el ganado en épocas de sequía, cuando se disminuye la producción de pastos”, concluye el investigador de la UN.

Fuente: Universidad Nacional.