Desplazamiento forzado: el ganadero que lo perdió todo

Pedro Jaime León es un ganadero y campesino desplazado del sur de Bolívar al que, como a millones de colombianos les ha tocado huir de la violencia y empezar de cero.

Pedro Jaime León, oriundo de Contratación, Santander, aprendió desde niño a trabajar la tierra gracias a las enseñanzas de sus padres campesinos. Con el tiempo, adquirió también conocimiento sobre el ganado y desde entonces hace del cultivo y las reses su sustento. Pero no ha sido fácil, fuera de las dificultades del clima, de los altos costos de los insumos y los gajes del oficio, ha tenido que enfrentar un problema que ha afectado a millones de colombianos, quienes han quedado en medio del fuego entre los grupos al margen de la ley y se han convertido en víctimas de la guerra del todos contra todos.

Hace 15 años, Pedro León vivía en la finca de su hermano Enrique, ubicada en el municipio de San Pablo, al sur del departamento de Bolívar, junto con su hermana Graciela. Los tres trabajaban para levantar la finca a punta de trabajo incesante, tierra en las manos y sudor en la frente.

Hasta que una mañana la violencia los tomó por sorpresa. A pleno luz el día, un grupo de hombres armados del ELN llegaron a la finca donde vivían Pedro y sus hermanos destruyendo todo a su paso y robándoles la mayor fuente de su sustento: 500 reses de ganado, “el ELN es una familia grande, quien les dice que no” dice Pedro al recordar el suceso.

Sin ningún chance de dialogo, tuvieron que salir huyendo de la finca que con esfuerzo habían levantado y pasaron la noche escondidos en el monte “se robaron todo el ganado y encima nos tocó escondidos en una mata de monte toda la noche, aguantando que los sancudos nos comieran”. En medio de la intrusión a la finca, Pedro, Enrique y Graciela también vieron cómo lanzaron un artefacto que explotó sobre el burro que tenían para transportar agua, así lo recuerda: “la casa la incineraron, se llevaron hasta el zinc, una bomba que cayó mató a una mulita que teníamos en la que cargábamos agua”.

Con una mano adelante, otra atrás y en medio de la rabia y la impotencia, Pedro y sus hermanos huyeron del Sur de Bolívar a mendigar alimento y ayuda. “Nos tocó salir en pantaloneta, llevados, a pedir limosna, a San Gil fuimos a terminar, y perder uno todo, con tanto sacrificio”.

Con el corazón dolido y ardiendo de rabia por la forma en la que habían acabado con lo que habían durado años en construir, los hermanos Gómez se trasladaron a Chimá, en el departamento de Córdoba, huyendo de la violencia y atemorizados por lo que ese grupo de hombres pudiera hacerles. “Un señor nos apoyó un poquito y hágale otra vez a salir adelante, el que está en el campo pues vuelve y cultiva y vuelve y le hace” dice. 

Allí se asentaron durante un par de años y empezaron de nuevo a trabajar la tierra con la ilusión de que allí podrían quedarse a cultivar, pero de nuevo un grupo al margen de la ley llegó hasta la finca “nos atacaron en el municipio de Chimá, y los frenteamos. Todo eso está en la Fiscalía”. Con valentía y determinación los hermanos Gómez enfrentaron a los hombres que los estaban atemorizando, pero sus fuerzas no eran comparables, y pronto decidieron huir, “los campesinos somos gente humilde, no queremos guerra con ninguno” dice Pedro.

Con incertidumbre y poco dinero en los bolsillos, Pedro y sus hermanos se trasladaron a Socorro, Santander, donde ahora vive Pedro junto con su esposa. Cada uno de sus hermanos empezó a buscar su propio sustento y Pedro tomó en arriendo una finca donde retomó las labores de la tierra con un cultivo de yuca de casi 20 mil plantas.

Con los conocimientos que tenían en ganado, también retomó su vocación ganadera con el cuidado de 150 reses. Sin embargo, a finales del mes de enero de este año, intrusos ingresaron a su finca para apoderarse de ella. Se trata de los famosos “invasores de tierras” que mediante modalidades de engaños y hasta aprovechamiento, llegan a fincas en buses para asentase y reclamar una tierra que no es de ellos. Lo que llevó a Pedro a tomar la decisión de esperar a que su cultivo de yuca de cosecha y abandonar la finca atemorizado por lo que pueda pasar, "yo me voy a ir de ahí, no sea que después lleguen y lo maten a uno" dice con resignación. (Ver: Nuevo caso de invasión de tierras en Sabana de Torres )

A pesar de todo lo que ha vivido, Pedro Gómez, a sus 57 años, no pierde la esperanza de que el Estado proporcione la seguridad al campo y les devuelva la tranquilidad, “lo que se le debe pedir al señor presidente de la República es que le ponga manos a los del campo porque los campesinos estamos abandonados y él hablaba de que iba a ayudar mucho el campo, pero no se ha visto nada”.

Mantiene un corazón noble y humilde, devoto a Dios y al trabajo de la tierra que le ha dado el sustento para comer, por eso, a pesar de haberlo perdido todo, por las acciones criminales del ELN, Pedro es optimista frente a los diálogos con este grupo “uno lo que piensa es que ojalá esa gente se entregue y se vuelva devoto primeramente de Dios y se acabe toda esa maldad y todo ese daño que todos los colombianos hemos sufrido, que se acabe todo ese rencor, toda esa maldad tan terrible que hay.”

Pedro Gómez, está actualmente en los registros nacionales de desplazamiento forzado y hace parte de los 8.219.403 colombianos de todas las regiones del país que tuvieron que dejarlo todo y arrancar de cero entre el año 1985 y 2021, según el Registro Único de Víctimas del Gobierno Nacional.

“No le hagan más daño a Colombia que es tan hermosa, no desplacen más gente, no solo yo, si no mucha gente está aguantando hambre, lo único que queremos es trabajar”, clama Pedro.