El narcotráfico… ¡otra vez!
El Gobierno Santos, embelesado con su interpretación de la realidad, que dista mucho de los hechos tozudos, o mejor, enredado en sus propias mentiras, se encuentra hoy entre la rubia (Trump) y la morena (las Farc); entre el temor a la descertificación y el incomprensible temor de Santos –vaya uno a saber por qué– a incumplir sus compromisos con las Farc. Sin embargo, el narcotráfico le ha hecho tanto daño al país, que el Gobierno no debería reaccionar por temor a unos o a otros, sino con políticas de Estado, soberanas y de largo aliento.
El mensaje de Francisco: pastoral y político
A pesar de los comunicados de El Vaticano sobre el carácter pastoral de la visita del papa Francisco a Colombia, el presidente Santos no tuvo recato en disimular sus intenciones de “politizarla”, tratando de convertirla en bendición al Acuerdo Final con las Farc. Para ello no dudó en volver por sus fueros de columnista en El Tiempo, y hasta se resignó al espacio que le dieron en esa página trasera, a donde mandan a los que no caben en las icónicas páginas centrales de opinión.
El relativismo moral de la justicia
La justicia, como la política, se convirtió en mercancía pagadera en metálico a precios de futbolista internacional, pero también con favores burocráticos o mermelada presupuestal.
No olvidarás mi nombre: Los riesgos de la estigmatización
“No olvidarás mi nombre” es un seriado de gran sintonía que pretende ser la narrativa del conflicto colombiano, con toda su violencia, sus razones y sus sinrazones, alrededor de una historia de amor, porque, al parecer, sin esos dos ingredientes –amor y violencia–, los colombianos no vemos televisión.
Venezuela: ¡Abajo cadenas! ¡Muera la opresión!
Mientras escribo, es un hecho que la democracia venezolana estalló en mil pedazos, pues a pesar del rechazo internacional, o quizás encaramado en él, un Maduro autista frente al dolor de su pueblo, acorralado por sus propios pecados –el narcotráfico estatal entre ellos– y envalentonado contra “el imperialismo”, instalará, por la fuerza si es necesario, su constituyente de bolsillo en el recinto de la Asamblea Nacional, del cual algunos delegados opositores habían dicho que solo muertos los sacarían.
AFTOSA IV: ¿Y el ganadero?
¿Quién pierde?, es la pregunta. Pierde el país y pierde toda la cadena, pero el primer sacrificado es EL GANADERO de a pie, el gran olvidado, pues las autoridades y los medios están enfocados, con razón por supuesto, en la información sobre los brotes y en las acciones urgentes para contenerlos.
CIRCUNSCRIPCIONES: ¿Punto de quiebre?
Con su 12 % de favorabilidad a cuestas, y cayendo, el presidente arrastra su último año de mandato con el único propósito de cumplirles a las Farc a toda costa.
AFTOSA: ¿quién responde?
Por donde entró hace 67 años –en 1950–, desde Venezuela y por la entonces Comisaría de Arauca, la Fiebre Aftosa vuelve a amenazar a la ganadería, después de su erradicación en 2009, gracias a un Programa Nacional operado entre 1997 y 2015 por el Fondo Nacional del Ganado administrado por FEDEGÁN, conjuntamente con el Ministerio de Agricultura y el ICA; una alianza público – privada reconocida a nivel nacional e internacional, hasta que el gobierno Santos la desbarató abruptamente en diciembre de 2015.
¡Populista!
Con sus declaraciones tildando de “populistas” los proyectos sociales de iniciativa parlamentaria aprobados en el Congreso, el Ministro Cárdenas logró unir en su contra a todo el Poder Legislativo y, de paso, terminó graduando de populista a su propio jefe, el presidente Santos.
¡No aguantamos más!: productores de leche
Alejandro Galvis, ganadero santandereano, comprometido como el que más con la reconversión lechera, después de hacer hasta lo imposible por colocar su leche entre acopiadores habituales, se vio forzado a botarle a los potreros –es buen abono– algo más de 40 mil litros que ya no servían para consumo humano. Las vacas, infortunadamente, no tienen botón de stand by, y la de ayer se suma a la de hoy, enfrentando al ganadero a una carrera contra la producción sin freno del animal.