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Empresa láctea en Tolima cerró por falta de control e inversión del Estado

Por - 28 de Febrero 2023

La acopiadora Lácteos La Aurora que llevaba trabajando cerca de 18 años en Roncesvalles tuvo que concluir su operación. Altos impuestos, vías deterioradas, constantes exigencias del Invima y la falta de vigilancia a los informales, fueron algunas de las razones del cierre.


La acopiadora Lácteos La Aurora que llevaba trabajando cerca de 18 años en Roncesvalles tuvo que concluir su operación. Altos impuestos, vías deterioradas, constantes exigencias del Invima y la falta de vigilancia a los informales, fueron algunas de las razones del cierre.   Lácteos La Aurora fue constituida por Juan Arturo Rivas y su esposa Dignory Avilez en 1998 con el fin de recoger leche y transformarla en queso y quesillo de Roncesvalles, un producto tradicional de este municipio, que distribuían en la región.   Durante 18 años fabricaron los derivados que vendieron en Tolima y en otros departamentos. Sin embargo, sus dueños se vieron obligados a cerrar la empresa y arrendar los equipos. (Lea: Productores se quejan del Invima por cierre de centro de acopio)   Laura Silvana Rivas, hija de Juan Arturo y Dignory, era la encargada de administrar la empresa. Ella detalló para CONtexto ganadero algunas de las razones que llevaron a Lácteos La Aurora a su lamentable desenlace.   “Roncesvalles es un pueblo muy lejano, solamente para llegar a Ibagué se gastan 8 horas. No hay vías, no hay forma de salir y se estaba tapando mucho la carretera”, indicó.   Y añadió: “Hay unas competencias muy grandes que no pagan ningún impuesto. Mientras que nosotros pagábamos Cámara de Comercio y teníamos registro Invima, el resto (de las empresas) cocinaban con carbón, entonces obviamente los precios no iban a ser los mismos. Uno se cansa de luchar contra la corriente”.   Aunque no le achacó la culpa directamente al Estado, Rivas expresó su descontento contra las autoridades por el deterioro de las vías y la gestión de los entes de control. Su malestar no se debe a la falta de ayudas, pues manifestó que ninguna arreglaría las carreteras.   Así pues, mientras ellos pagaban entre $750 y $840 por cada litro de leche, los compradores informales, que no tenían ningún registro ni pagaban impuestos, ofrecían hasta $1.000. (Lea: Asociación de ganaderos está a punto de acabarse por culpa del Gobierno)   Estuvieron casi 2 décadas años en el negocio pero nunca tuvieron tantas facilidades como otras empresas. Por ejemplo, si bien pudieron tener 3 empleados para elaborar el queso, Rivas y su esposa no dejaron de hacer labores físicas en la empresa.   Ambos cargaban el camión con los quesos que iban a distribuir en Ibagué y Pereira. Luego Juan Antonio emprendía la carretera durante 8 horas y pagaba hotel en el camino si el trayecto era más largo.   Al final, el tiempo y el desgaste le cobraron esos años de esfuerzo, sin sumar los problemas que tenían que enfrentar por cuenta de vías dañadas o los costos de los peajes y la gasolina.   “Nosotros empezamos a subir el precio y los clientes decían que les salía muy caro, pero no se daban cuenta de todo el esfuerzo que hacíamos, empezando por mi papá que tenía el hato vacunado y todo al día con el ICA”, dijo Laura.   Relató que funcionarios del Instituto de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos siempre llegaba a hacer inspección de sus instalaciones y a señalar errores que ellos corregían, pero nunca fue suficiente. (Lea: Falta de atención del Gobierno colmó paciencia a grupo de ganaderos)   Y si a los que no cumplían con las exigencias sanitarias, los cerraban, solamente era por algunos días porque igual volvían a abrir en poco tiempo.   “A pesar de que nosotros no teníamos cómo comprar todo eso, nos metimos en una deuda muy grande y compramos una empacadora al vacío y una tajadora, pero cuando averiguamos las bolsas para empacarlo, teníamos que subir $300 o $400 al queso y al cliente no le interesaba”, afirmó.   Por su parte, Dignory Avilez, esposa de Rivas y madre de Laura, contó que al final la salud empezó a cobrarles tantos esfuerzos. (Lea: 5 razones por las que el negocio de la leche en Colombia vale la pena)   “Estamos muy enfermos, yo estoy padeciendo males de la columna, pero recibiendo leche y fabricando queso hacía mucho esfuerzo. Se la dejamos a un muchacho”, dijo, haciendo referencia a que alquilaron los equipos a un trabajador.   Por ahora, el matrimonio Rivas Avilez está enfocado en producir leche en su finca, mientras que Laura les ayuda por un lado y por otro, busca sus propios ingresos, con el fin de pagar la deuda que aún tienen con el Banco Agrario de más de $20 millones.