ganadería en la independencia de Colombia
Foto: infobae.com

Cargando...

Así fue como la ganadería contribuyó en el proceso de independencia de Colombia

Por - 05 de Julio 2022


Próximos a celebrar el Día de la independencia el 20 de julio, le contamos cuál fue el papel de la ganadería en el proceso de independencia de Colombia. Esta es la historia de cómo la industria y los ganaderos contribuyeron en este proceso y cómo imprimieron su huella en la historia de nuestro país.  

La ganadería antes de la independencia

El libro “Ganadería en Colombia cinco siglos construyendo país” de la historiadora y doctora en Ciencias Jurídicas Adelaida Sourdís Nájera y editado por la Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegán), explica que el hato ganadero se multiplicó en los siglos XVII y XVIII.

“Para fundar poblaciones se exigía, como requisito indispensable, el suministro de ganados para formar hatos con que alimentarse los vecinos y a cada poblado se le adjudicaban tierras comunes de labranza y dehesas para las reses”, escribió.

Así pues, en las sabanas de la región Caribe y en los llanos de San Martín y Casanare se crearon emporios ganaderos. Al mismo tiempo se abrieron trochas que atravesaban la cordillera occidental hacia el centro por donde los arrieros transportaban artículos.

Por estos caminos viajaban ganados y mulas hacia los reales de minas de Antioquia y las poblaciones del altiplano, haciendo recorridos de más de 700 km desde el hato su destino. (Crónica: El Angus en Colombia, una historia que se remonta al siglo XIX)

Sourdís Nájera afirmó que en los Llanos de San Martín y de Casanare prosperaban las antiguas haciendas de la Compañía de Jesús. Los numerosos hatos alimentaron a las tropas que organizó el general Santander y fueron el núcleo de los ejércitos libertadores.

Así también lo resalta el artículo “La ganadería: su aporte al proceso de independencia y desarrollo rural” de Hugoberto Huertas Ramírez, médico veterinario zootecnista, y Alejandro Huertas Herrera, ecólogo y doctor en Ciencias, donde explican que la fundación de la hacienda ganadera en Apiay (Meta) por parte de los jesuitas permitió reducir la distancia para abastecer de carne a Bogotá.

Antes el ganado llanero distaba entre 250 y 300 kilómetros de Bogotá y tenía que ser transportado por caminos escabrosos de la cordillera. Con la fundación de la hacienda en Apiay, la distancia se acortó a 100 km. Esto también marcó la fundación de Villavicencio.

A lo largo de 107 años, entre 1661 y 1767, cuando fueron expulsados por segunda vez, los religiosos forjaron un emporio económico fundamentado en la producción ganadera, bajo un modelo extractivo conservacionista en pasturas nativas. Pero con su salida, el negocio se desplomó y el ganado quedó a la deriva, donde se reprodujeron de manera espontánea por la llanura.

La ganadería durante de la independencia

Hacia finales del siglo XVIII pero especialmente con la llegada del siglo XIX, que traía aires independistas en todo el continente americano, la ganadería atravesó un periodo crítico. Debido a las guerras, la población de animales que tanto había crecido fue diezmada.

De acuerdo con la autora, “tanto patriotas como realistas incautaron caballos para montar a las tropas y vacunos para alimentarlas y no faltaron quienes aprovecharon la situación para hacerse a los ganados ajenos”. (Lea: ¿Por qué la ganadería es tan importante en Colombia?)

Los ejércitos llevaban en sus campañas las reses que sacrificaban cuando necesitaban alimentarse “cual despensa ambulante que se reemplazaba en el trayecto a medida que se consumía”. Esto se hacía cuando no se podía salar la carne para conservarla.

Los 11 años de conflicto ocasionaron un retroceso “notable”, pues la población quedó en condiciones de miseria y desplazamiento, la economía se fue a pique y los nuevos dirigentes se enfrentaban al enorme reto de construir una nación en un pueblo sin experiencia de autogobierno.

La autora describió el caso de Félix Palas, un español miembro del Consulado de Comercio de Cartagena, que era dueño de la hacienda San Antonio Rompedero de Pestagua, situada en la Provincia de Santa Marta, una de las más ricas de la región, con una extensión de 45 caballerías (17 650 hectáreas).

En 1816 pedía justicia a las autoridades españolas restablecidas, fundamentándose en que como consecuencia de un bando del virrey Benito Pérez de junio de 1812, en que mandaba embargar los bienes de los cartageneros situados en la Provincia de Santa Marta:

“…se alarmaron los pueblos de esta provincia con particular los inmediatos a mi citada hacienda y comenzaron el saqueo o robo más atroz que tal vez se habrá visto, contra todo lo que pertenecía, en términos que, desde 18 de agosto hasta 11 de septiembre de 1812, me robaron más de un mil y trescientas reses, más de un mil caballos, yeguas y mulas, me quemaron 5 casas, me quitaron una piragua que me había costado cien pesos, otras dos de menor valor cargadas con la provisión de una semana, un negro vaquero y otros daños que saben mejor que yo los que los causaron”.

Cuando se dio la Reconquista española de Nueva Granada, varias poblaciones se vieron afectadas. De hecho, como anotó el economista Salomón Kalmanovitz en su texto "Consecuencias económicas de la independencia de Colombia", el departamento de Bolívar se vio gravemente afectado, pues la arremetida de los españoles mermó su población y arrasó buena parte de su agricultura, su ganadería y sus mulas.

En 1819 Santander a su llegada a Casanare manifestó: “los recursos para ocurrir a la subsistencia de las tropas no son más que carnes, de cuyo artículo no ha podido del todo agotar la provincia, con todos los gastos, destrozos y ventas que han hecho”.

Por su parte, Huertas y Huertas anotaron que “cuando comenzaron los levantamientos contra el yugo español, los caballos se constituyeron en vehículos de guerra, y los bovinos, en fuente de alimentación proteica. Fueron los principales soportes del ejército patriota en los llanos de Casanare y Arauca”.

Añadieron que en el proceso de independencia, el libertador Simón Bolívar le asignó al general Francisco de Paula Santander en 1818 la función de reorganizar la tropa libertadora en Casanare. Cuando Bolívar llegó a Arauca en junio de 1819 se formó un ejército de unos 3000 patriotas llaneros.

La carne de res, la yuca y el plátano fueron los alimentos habituales que aseguraron la dieta de los soldados, que junto con la destreza de los jinetes conformaron una caballería invencible”, precisaron. (Crónica: Así les llaman a las personas que se dedican a la ganadería en países de América)

Si bien en la historia se resalta el papel del llanero y al caballo por su aporte a la independencia, lo que no es inmerecido, no tiene el mismo papel el ganado, cuya principal función fue la de alimentar por muchos meses a una tropa de combatientes. Según estimaciones, cada soldado consumía al día una libra de carne, lo que equivalía al sacrificio diario de 10 reses como mínimo.

De igual manera, varios hacendados aportaron recursos económicos procedentes de venta de ganado. Tras la independencia, “muchos patriotas fincaron su economía y tenencia de la tierra con la cría de bovinos en clima cálido y con la producción de leche en clima frío”.

La ganadería después de la independencia

Luego de la independencia de la Nueva Granada en 1819, el Estado abandonó la región orinoquense, y la ganadería se incrementó en forma silvestre debido a factores ecológicos propios de una llanura graminífera, que facilitaron la rápida proliferación de bovinos con mínima intervención del hombre, especialmente en la sabana inundable.

Cuando se inició la república, se reorganizaron grandes hatos privados en Casanare y Arauca con ganado criollo casanareño y, en el piedemonte del Meta, con ganado criollo sanmartinero (siglos XIX y XX). (Crónica: Los ciclos ganaderos de Colombia en la segunda mitad del siglo XX hasta 2015)

En la primera mitad del siglo XX, se estima que en Arauca y Casanare había unos 2 millones de bovinos criollos casanareños, que permitieron las famosas vaquerías para llevarlos a engordar en el piedemonte del Meta. Los novillos gordos luego eran trasladados a Bogotá para sacrificio.

En el siglo XIX se sembraron pastos foráneos como yaraguá, gordura, pará y guinea a expensas de la tala indiscriminada de bosques y montaña, proceso que se aplicó en el piedemonte llanero en el siglo XX. Para Kalmanovitz, la expansión ganadera propiciada por la introducción de los pastos pará y guinea desde 1840 contribuyó a un auge de la economía colombia. 

A partir de la segunda mitad del siglo, se impuso la siembra de brachiarias en clima cálido, que sumado al ganado cebuino importado desde comienzos de los 1900, se difundió por casi todo el país.