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¿Cómo afectan las prácticas agrícolas a la huella de carbono de un cultivo?

Por - 07 de Abril 2020

El proyecto ‘LIFE Agromitiga’ estudia cómo calcular la emisión de gases de efecto invernadero de la producción agrícola y la capacidad de la agricultura de conservación para reducirla.


El proyecto ‘LIFE Agromitiga’ estudia cómo calcular la emisión de gases de efecto invernadero de la producción agrícola y la capacidad de la agricultura de conservación para reducirla.

El grupo de investigación de la Universidad de Córdoba “Mecanización y Tecnología Rural” ha creado el proyecto “LIFE Agromitiga – Development of climate change mitigation strategies through carbon smart agricultura” con el que se pretende analizar la huella de carbono emitida directa o indirectamente en la producción de los alimentos. (Lea: Calcule la huella de carbono de su ganadería)

Este proyecto, coordinado por la Asociación Española de Agricultura de Conservación, está liderado por los investigadores Jesús A. Gil Ribes, Gregorio Blanco Roldán y Emilio J. González Sánchez, y Francisco Márquez García, de la Etsiam.

Objetivos y metodología

Según aseguran los investigadores, este estudio europeo tiene dos objetivos principales, por un lado, "la generación de coeficientes que puedan ser utilizados por las normas que miden la huella de carbono (como la norma ISO 14067) que permitan cuantificar el impacto de las prácticas agrícolas en la generación o mitigación de esta huella de carbono".

Por otro lado, “el establecimiento de sistemas de manejo basados en la Agricultura de Conservación que potencien el ‘poder secuestrador’ del suelo en la cuenca mediterránea para cultivos herbáceos y leñosos”. Para ello, se contabiliza toda la energía implicada: según el tipo de manejo del suelo, convencional o de conservación, insumos, maquinaria, etc, explican desde la UCO. (Lea: 4 formas de reducir las huellas de carbono que se pasan por alto)

Con esta metodología, según especifican en el proyecto, “además de mejorar el conocimiento sobre el contenido de carbono en los suelos agrícolas, se podrá demostrar la capacidad de la Agricultura de Conservación como mitigadora de las emisiones de gas invernadero y fomentar la concienciación sobre ese potencial entre la comunidad agrícola, pero, sobre todo, entre los gestores políticos y técnicos que se encargan de diseñar normas y reglamentos”.

En los primeros pasos del estudio, los investigadores han comenzado a caracterizar los principales cultivos y las principales zonas edafoclimáticas que hay en Andalucía, estableciendo una red de 35 fincas en las 5 zonas definidas.

Como explican los responsables de la iniciativa, “esta clasificación inicial permitirá buscar zonas similares en el resto de países de la cuenca mediterránea que componen el proyecto (Italia, Grecia y Portugal)”. (Lea: Ganadería colombiana mide huellas de carbono e hídrica)

Herramientas y datos

El grupo de investigación “cuenta con los resultados de una década de experiencias de agricultura de conservación en la finca experimental del Campus Universitario de Rabanales, aportando datos sobre cómo evoluciona la materia orgánica, el uso eficiente de insumos y el control de hierbas adventicias”.

Otro de los objetivos del proyecto será “el desarrollo una herramienta tecnológica que permita evaluar y cuantificar el incremento de carbono debido a Agricultura de Conservación, que sirva de base para el desarrollo y seguimiento de políticas ligadas al cambio climático y comercio de emisiones”.

Mediante el desarrollo de esta herramienta, que tendrá el formato de aplicación para móviles, el proyecto “facilitará a los agricultores el conocimiento sobre el estado de sus suelos y cómo debería ser su evolución hacia un suelo más sano y con más poder mitigador”. (Lea: Huella de carbono de las flores, clave para su comercialización)

En los cuatro años de vida del proyecto se generarán coeficientes de captura de CO2 utilizables por España y otros países mediterráneos, aplicables al Acuerdo de París sobre Cambio Climático, la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, o la PAC, para que quienes deban justificar el cumplimiento de estos acuerdos y los planifiquen tengan las herramientas “necesarias” para hacerlo.

Asimismo, se publicarán los manuales de "buenas prácticas" y las aplicaciones que guíen a los agricultores en su camino hacia una agricultura “hipocarbónica”.

Fuente: ABC de Sevilla.

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